
21 de Mayo de 2015. En un día casi despejado del invierno de 1461, sólo con un velo de nubes rozando el Sol, los 4 mil soldados que componían el ejército de Eduardo de York miraron hacia el cielo inglés: Rodeaba al brillante astro un halo de luz y a ambos lados del mismo dos pequeños soles le hacían compañía.
Los aterrorizados guerreros -quizás buscando un buen motivo para que su cráneo no fuera refugio de las espadas- tomaron esto como un mal augurio. No así Eduardo de York: algunos soldados cuentan que el conde lo interpretó como una bendición de la Sagrada Trinidad. Algunos otros le escucharon decir que los dos pequeños soles representaban a sus dos hermanos muertos que venían a protegerle.
Lo que haya dicho funcionó. Al finalizar el día, en medio de un campo regado de sangre, un fiel soldado le entregó a Eduardo, futuro Rey de Inglaterra, la cabeza de Sir Owen Tudor. El discurso que este último dirigió a sus tropas y como éstas tomaron el fenómeno atmosférico quedó enterrado para siempre en el Cruce de Mortimer.
Eduardo, por su parte, le atribuyó tal poder al halo solar que incorporó en su escudo de armas la figura del Sol.
El Sol abraza Yucatán y Mesoamérica
Presentándose a lo largo de la historia, en las altas montañas o en el mar abierto, el halo solar es origen de multitud de historias. Influenció a Descartes para escribir su magna obra El Mundo y fue causa del encarcelamiento del clérigo luterano Olaus Petri en 1535.
En México, previo al acontecimiento de hoy, el Sol abrió sus brazos la víspera de la Navidad de 2013 en la península de Yucatán. Muchos fueron los reportes de que para los mayas significaba la llegada de grandes catástrofes atmosféricas, sequías y, quizá, reformas fiscales. Cuáles de estas terribles predicciones fueron cumplidas es cosa que el lector debe deducir por sí mismo.
Sobre el evento de hoy, no cabe duda que creó en las febriles mentes humanas multitud de sueños, buenos augurios y terribles presagios. Al caminar por la calle, las personas se reunían en grupos a mirar al cielo, celular o cámara en mano y cotilleaban sobre lo inexplicable del fenómeno.
Pronto las redes sociales hicieron eco del caso y varias explicaciones verosímiles se presentaron. Un grupo atribuyó el hecho a un kame hame ha en formación mientras que otros más ingénuos explicaban que se trataba de un fenómeno óptico en que la luz del Sol se refleja sobre cristales de hielo que flotan en la atmósfera. La presencia de los cristales voladores o de Gokú no han sido confirmados.
Yo, por mi parte, me encontraba platicando con mi amatista sobre las extrañas propiedades del amor humano cuando el cielo me iluminó el futuro con sus crípticos presagios. Ya preparo los huesos de conejo y la vísceras de pollo ¿Y usted, querido lector?