En 1899, Henry H. Bliss fue el primero en morir atropellado por un auto. De ahí pal real

Por Cheque Santana.-

Accidentes de tráfico en el Mundo, según la Organización Mundial de la Salud
Accidentes de tráfico en el Mundo, según la Organización Mundial de la Salud

25 de Junio de 2015. Cada año en el Mundo 1 millón 240 mil personas mueren por causa de los automóviles, según datos de la Organización Mundial de la Salud. Suficientes para estar incluido dentro de las 10 causas principales de muerte en el Mundo, son más peligrosos que las drogas, el alcohol, el tabaco o las armas de fuego ¿Pero porqué el automóvil, con toda su violencia, no causa entre la población el mismo temor que el crimen organizado? ¿Porqué los peatones no huyen despavoridos ante la vista de un camión urbano que llega tarde a perforar su tarjetón como huirían de un asaltante armado? Quizá como en la alegoría de la rana hervida, nos acostumbramos lentamente al calor.

A raíz del escándalo que ha causado entre la comunidad universitaria el caso de Diana, decidí hacer una serie de escritos sobre el automóvil, las muertes que ha causado, las soluciones que hay en el presente y las que nos trae el futuro. En el artículo de hoy, trataré el tema de los primeros accidentes de la historia y le dedicaré algunos párrafos a recordar a uno de los mayores amantes de la agresividad de la máquinal, el poeta italiano Marinetti.

Las primeras muertes.

La relación del automóvil con la muerte comenzó hace más de 150 años. En 1869, Mary Ward y su

«Mary Ward (científica)» Subida a Wikipedia en Inglés originalmente por Andromeda321

esposo viajaban en un automóvil a vapor último modelo cuando una tragedia sucedió: Al tomar una curva en la calle Cumberland a 16 km/hr, Mary salió disparada fuera del automóvil, cayendo frente a el, y su cuello fue arrollado por una de sus llantas, causando su muerte. El forense djo que una muerte tan trágica como esa jamás debería volver a suceder. No podía estar más equivocado: Ese sería el primer accidente mortal en la historia del automóvil pero millones le seguirían.

Años más tarde, en 1899, Henry H. Bliss acuñó el dudoso honor de ser el primer peatón muerto por un automóvil en América. El agente de bienes raíces de Nueva York bajó del tranvía en una mañana tranquila y volteó la cara para -en un gesto de caballerosidad- ayudar a descender a una dama. Para su mala fortuna, el taxi número 43 conducido por Arthur Smith no le observó y destrozó su cabeza y pecho contra el frío metal. Sí, como en una terrible premonición de lo que vendría, el primer peatón muerto en un accidente de tránsito sucumbió bajo las ruedas de un automóvil del transporte público.

Y es que la máquina irrumpió en la vida de los hombres con una fuerza inusitada. Si bien hoy en día todo peatón sabe que el Periférico es el final de su reino y que el territorio nacional se ha dividido en dos países: el de las máquinas y el de los hombres, por aquellos años la gente pensaba que podía moverse libremente, como dicen las constituciones democráticas. ¿Pueblerinos anticuados? Quizás, el caso es que en las calles de Estados Unidos convivían caballos, niños jugando, señoras tomando el Sol y vaqueros crudos ¡Y  nadie miraba a un lado o hacia el otro de la calle! Hasta que llegó el automóvil. Según estima Peter Norton de la Universidad de Virginia, entre 1920 y 1929 210 mil personas fueron muertas en accidentes de tránsito en EEUU, la mayor parte de ellos peatones y el cincuenta por ciento niños. Se podría decir que el automóvil conquistó el Mundo como han sido todas las conquistas: con sangre y violencia.

El automóvil como fetiche.

2015 06 25 Futurismo Santa Elia
Antonio Santa Elia, arquitecto italiano adscrito al futurismo, soñaba con un futuro donde las ciudades estuvieran bajo el dominio de la máquina y todo rastro de naturaleza hubiera desaparecido

Pero entonces, como ahora, también había mucha gente que amaba los automóviles. Mención aparte merece el «famoso» manifiesto del Futurismo de 1908, en el cual el poeta italiano Marinetti dejó en claro su amor por el acero:

«4. Nosotros afirmamos que la magnificencia del Mundo se ha enriquecido con una nueva belleza, la belleza de la velocidad. Un coche de carreras con su capó adornado con gruesos tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo… un automóvil rugiente, que parece correr sobre la ráfaga, es más bello que la Victoria de Samotracia.»

Y con una violencia desgarradora, continúa:

«9. Queremos glorificar la guerra –única higiene del mundo– el militarismo, el patriotismo, el gesto destructor de los libertarios, las bellas ideas por las cuales se muere y el desprecio de la mujer.»

No contento con esta apología, en 1916 publicó la Nueva religión-moralidad de la velocidad, donde elevó el estatus de los automóviles a la divinidad. Compañías de autos, presten atención:

«Después de destruido el dios antiguo y el mal antiguo, creamos un dios nuevo, la velocidad, y un nuevo mal, la lentitud.

Velocidad=síntensis de toda valentía en acción. Agresiva y belicosa.

Lentitud=análisis de toda prudencia estancada. Pasiva y pacifista.

Si orar significa comunicarse con la divinidad, correr a toda velocidad es una oración. Divinidad de las ruedas y los rieles. Hay que arrodillarse en las vías para orar a la divina velocidad. (…)

La embriaguez de las grandes velocidades en automóvil no es sino la alegría de sentirse fundido con la única divinidad. Los deportistas son los primeros catecúmenos de esta religión. Que venga la destrucción de casas y ciudades para hacer lugar a los grandes centros de reunión de automóviles y aviones»

¿Diría usted, querido lector, que se le hizo caso? Quizás sí, quizás no. Lo cierto es que en la pantalla grande, en la radio y en la mente de millones de personas el culto a la velocidad sigue estando presente (La exitosa serie Rápido y Furioso es prueba de ello) si bien sus desgarradoras consecuencias se pasan por alto, pues al contrario de Marinetti pocos fantasean con destrozar a un ser humano bajo las ruedas de su moderno bólido.

Pero la relación amor-odio que la humanidad tiene con los automóviles es tema para otro escrito. Estén pendientes las próximas semanas y no olviden mirar a ambos lados de la calle.