Poemas
Soy líquido, acuoso, espeso,
una ligera y lejana colina de agua
se sumerge en mi cuerpo.
La piel, la mía, no se duele al reconocerse recipiente,
los huesos no se talan a sí mismo
por observarse columna que da forma a un cuerpo.
He usado sombreros extirpados a la fuerza tibia de la luna,
pálidos anochecen su borrasca,
me piensan y sucumben al sol que los ignora.
Soy tú, quiero ser tú,
suponer tus exigencias y pedirlas,
dar pasos valientes sobre la grieta,
caminar bajo el ocaso,
tener por certeza el amanecer que continúa.
Aprecio tu oído y tu mirada transparente,
me escuchas y me ves, sin ánimo de crítica,
sin inteligencia presumida o torre de babel exigiendo un lenguaje,
una lengua escrita.
Reconozco tus horas de navío cercenando olas
para dar cabida a mi canoa de milagros incumplidos.
No soy un árbol o una roca, me suplanta la lluvia.
He visto al árbol atar su mirada al vuelo de los pájaros,
sacudir su cuerpo ante la presencia del viento,
hilar su voz al silencio etéreo,
abarcar la tierra con su temblor aéreo.
He quebrado el espejo acuático con una piedra,
doblado el agua entre los dedos de la mano abierta,
entrenado el ojo veloz en busca de la felicidad líquida,
sumido en oscura tentación el cielo de agua.
He marcado con la piedra la planta de mis dedos,
lanzado con flechas el polen de la tierra al viento,
erguido una ruta del polvo a la arena,
agitado marcas ante el paso herido que resume dudas.
He hablado en secreto al bosque,
pedido instrucciones al agua,
agradecido la ayuda de la tierra,
para que tus pasos y los míos se encuentren
¿La palabra esquiva está contigo?
Sí. Me sigue y debes buscarme a mí con ella.
¿Juegas a las escondidas?
Descubrirás más de lo que buscas.
¿Es cierto ese encuentro?
La duda copula con la certeza.
¿Fruto de ese coito casual que hallaré?
Real incertidumbre.