Si tuviera tu boca en el reflejo del vidrio, yo tendría tus besos en la punta de mis palabras.
La poesía es un buen sitio para encontrarse con uno mismo, es un gran lugar para encontrarme contigo.
Es fácil decir que una bancada de peces nada con el favor de las corrientes venosas porque peces y arterias son una metáfora recurrente en la poesía, lo difícil es estar con ellos buscando por tus venas la gota de sangre bombeada en tu corazón cuando descubres tu sonrisa.
El amor es aspiración, anuncio, apuesta, deseo, provocación, instante, celebración y trascendencia.
Sin mediar pregunta alguna pones el acento en estas palabras: no me quieras porque soy bonita, no me admires porque soy inteligente, no te guste porque soy interesante, emociónate conmigo porque soy asombrosa; enamórate de mí por eso.
En la punta de la lengua, las palabras y las manos se desatan al mismo tiempo; al destino viajan las palabras, las manos no llegan siempre.
Has cruzado el abecedario para encontrar mi nombre, extinguido la fatiga hablando alrededor de una pregunta, puesto mi nombre en la palma abierta de tu mano izquierda, has medido con la misma mano el corazón poniéndola en el pecho, visto con asombro y alegría que cabe exacto, mientras el reloj en el corazón pasa del tic al tac antes de la siguiente sonrisa.
La casualidad se convierte en destino y lo circunstancial se transforma en permanencia; antes de esto hubo otro momento en que todo era espera.
Cada madrugada te veo extenderte en mis ojos, de mi mirada eres el horizonte, sin representaciones verbales para describirte voy armando otra memoria de tu cuerpo, tu boca y la porción de chocolate compartida en la noche, tus manos y los dedos alargando hasta mí un helado en la tarde, tus pies puestos fuera de las sábanas y los míos acercándose, el brazo descubierto y mi recuerdo del sol entrando desde la ventana para alumbrarlo, los ojos forrados con los párpados del sueño, tus pestañas sin desprender de ellas movimiento, tu cuello y la sombra que le cae a un lado o al otro, la frecuencia constante de tu respiración, tus labios y los besos que me diste. Ahí estoy apurándome para llenarme con tu imagen antes de que el reloj despertador me obligue a despertarte, ahí estás sin saber de mi culto por tu silencio antes del alumbramiento del sol y las rutinas diarias.
La luna es un agujero, cabemos todos en él, en el otro extremo la punta nos usa como un hilo para dar una vuelta más al tejido.
Dos centímetros arriba, el borde inferior de tu vestido mira hacia abajo a las rodillas, la delgadez de la tela es apropiada para el vuelo de las cometas, los colores y la forma de la prenda hacen juego en plenitud con el brillo de tus ojos. Esta mañana abriste la puerta del armario, un afán imprevisto como consecuencia de haber dormido hasta tarde, ahora después de la ducha al escoger el vestido tomas uno que el azar te pone en las manos, así surte el efecto en tu cuerpo, el azar te viste y cuando cruzas la puerta de la casa para salir hacia la calle piensas en la facilidad con la cual te vistes y que esa misma facilidad la tendré yo para quitarte la ropa.