«El hombre es la víctima de un medio que se niega a comprender su alma.» La máquina de follar (1974). Charles Bukowski
Para 2005 cuatro de cada 10 habitantes en Bogotá eran solteros, más de tres millones cuatrocientas mil personas, de esos el 45% cumplía entre 25 y 29 años. Una manera simple de ver las cifras, y aún sin cifras exactas esta circunstancia se dará en el futuro. Cincuenta años después de tomada la estadística anterior, entre 2055 y 2060, más de un millón y medio de personas serán viejos solitarios entre 75 y 80 años. ¿A dónde irán las tardes de domingo? ¿De qué color verán la noche cuando se desprenda la lluvia? ¿Estarán hacinados en su ancianidad aspirando el aire de la ciudad desde las ventanas? ¿Atarán los cordones de sus zapatos para ir a la calle y aspirar el aire con sabor a asfalto y humo de autos? Los parques de la ciudad recibirán a algunos, los centros geriátricos a los que concluyeron con ahorros para una vida tranquila, otros estarán en casa con sus familias, y muchos asistirán solos entre cuatro paredes a su descolgamiento de la vida.
Doce años después de la estadística, María no vive más en Chapinero, ahora lo hace en un barrio del norte de la ciudad, ha cumplido 37 años. Su amigo Felipe cumplirá 41 el próximo mes, ya le compró el regalo de cumpleaños, una camiseta de su equipo de fútbol preferido. Ambos continúan la rutina de las relaciones del mismo modo que en 2005, viven solos y juegan solos sin importar con quién estarán unos años adelante. No conocen nada de «El Movimiento por la Extinción Humana Voluntaria», una organización que respalda la extinción voluntaria de la especie humana a favor del bienestar de otras miles, como los miembros de esa organización no quieren tener hijos, no les produce amor, vanidad o gusto alguno procrearse, tampoco consideran apropiado el asesinato, el suicidio, el aborto, u otro tipo de método violento para terminar con la vida.
Esta tarde, mientras la ciudad continuaba envuelta en la lluvia, María estuvo en un «baby shower», la fiesta organizada por sus amigos para una compañera de trabajo, ella hace parte del equipo de contabilidad de una empresa donde vende productos químicos. No pudo negarse, la madre del bebé es su mejor amiga en la oficina, escogió como regalo unas camisetas para cuando el bebé cumpla cuatro meses, también llevó un juguete musical en forma de jirafa. Felipe ha estado viendo televisión, todos los capítulos de una serie inglesa «Utopía», doce episodios, seis en cada temporada. No cree en lo que plantean en la serie, acerca de que una esterilización masiva es la única manera de salvar a la raza humana de la extinción, le parecen muy locos y violentos los personajes de la serie.
Felipe es estéril. De las maneras conocidas para planificar, además de los condones y las pastillas, la más recordada por Felipe es la inyección mensual. Cuando él estaba finalizando la universidad, su novia la utilizaba, de esa manera no usaban condones en sus relaciones. Una tarde de domingo después de haber ido a cine ella se lo dijo. A él le pareció una invitación a una discusión sin sentido, no fue así, ella le confesó nunca haber usado la inyección, quería estar embarazada y no había sucedido aun teniendo sexo varias veces por semana. Durante un par de meses no se vieron, no hablaron, no se buscaron, no, esa era la palabra preferida para responder a cualquier asunto en que apareciera el otro. No quería ir al médico para comprobar o negarlo, sin embargo, cuando conoció a María, su amiga, le contó la historia y ella lo convenció de ir, cumplió con los exámenes de laboratorio, el médico confirmó lo dicho por su novia.
María se masturba por lo menos una vez en el mes, no sabe si es por sus cambios hormonales o porque lo volvió costumbre. Con el último novio con quien salió no tuvieron relaciones sexuales, no le pareció extraño, no le producía deseo físico. Mira a su amiga embarazada, le ofrecen una bebida de frutas con hielo, la bebe y nota como un muchacho se le acerca a conversar, ella piensa en los hijos, las relaciones, sus hormonas, le sonríe y se escapa de él yendo a tocar el vientre de su amiga. Ya sabe el nombre con el cual llamarán al bebé, Felipe, igual que su amigo, le pregunta a la madre si no han cambiado de idea, le confirman el nombre, piensa en su amigo y la esterilidad, en ella y su gusto por estar sola.
Llueve esta tarde en Bogotá. No parece acabarse la lluvia. En la noche hará frío, desde ya está helada la tarde. Cuando llueve al tiempo de cada ruta deben sumarse veinte minutos, es una estadística propia, la de María. En la ruta hacia su apartamento cruza junto a un parque, allí suele ver a unos hombres sentados en las sillas, unos hombres estáticos mirándola, ella presiente su mirada hurgando en sus ojos. Está lloviendo, no logra entender por qué se mantienen bajo la lluvia, no usan paraguas, no están abrigados, son apenas unos minutos los que puede mirarlos, cruza la calle, gira en la esquina, continúa hacia su destino.
Desde la ventana donde vive Felipe se ve el parque, los vidrios de los autos se empañan por que la diferencia de temperatura entre la parte interior y el exterior producen una condensación del vapor de agua, eso mismo pasa en la ventana del apartamento, con la mano abre espacio para ver hacia la calle, ve a los hombres estáticos, piensa en su paraguas, los hombres de afuera no lo usan, siente que lo miran, parpadea y no puede quitarse su mirada de los ojos, observa a los autos que doblan la calle en la esquina, suelta la cortina y vuelve a la cama para continuar viendo la serie.