Otra vuelta de tuerca como el burro alrededor de la noria

Humo de mis plegarias WordPress cabezal

Por Óscar Vargas Duarte

     Damos por sentado todo aquello que es fundamental para nuestra vida y nuestras expectativas diarias se enfocan en aquello que no lo es; no importa la certeza de la frase anterior para descomprimir un poco las ideas sobre esto. ¿Qué es lo fundamental de la vida? La supervivencia, es decir, respirar, comer, dormir, pensar. Quizá nos sentemos ante la mesa y oremos dando las gracias por la comida diaria a quien nos indica nuestra fe, y en ese mismo agradecimiento perdemos de vista al que lo cultivó, a quien lo transportó, al que lo produjo, al que lo preparó, al que puso un gramo de esfuerzo para que en la mesa estuviese el plato bien servido.

     Respiramos, un acto inconsciente, cada momento lo estamos haciendo, y no hacemos igual que con la comida, no nos sentamos a respirar plácidamente y agradecer por el aire que llega sin esfuerzo, por la fuerza de los pulmones, por la buena salud de la nariz, menos nos acordamos del árbol que limpia el aire, o de los aromas con los cuales entra a la nariz y activa los sensores de los aromas.

     Dormir, quien soporta el insomnio como una enfermedad maligna sabe de lo necesario que es el sueño, y los demás dormimos a pierna suelta sin siquiera poner en la ventana de la boca una palabra de sentimiento amoroso por el sueño, no decimos al despertar, gracias por haber dormido, damos gracias por estar despiertos, por haber dormido no decimos nada.  Puede ser una exageración y la apuesta porque no lo sea es también una buena apuesta.

     ¿Qué es lo fundamental de la vida? Digo sin mucho análisis, los sentidos por medio de los cuales el cuerpo transmite la realidad al cerebro, olfato, vista, tacto, oído, gusto, y son los básicos, leyendo un poco más hay una serie adicional de sentidos fundamentales para la vida, dejémoslos aparte, solo los que en este instante se me ocurren como básicos. Escuchamos, vemos, olemos los aromas, palpamos las formas y las texturas, y percibimos el sabor de las cosas, y no, tampoco hacemos una oración para decirle a los ojos lo agradecidos que estamos ya que a través de ellos observamos y nos apropiamos del mundo, que gracias a ellos podemos ver el caleidoscopio de colores con los cuales la realidad se viste, tampoco, y no es una exageración, nos sentamos un ratico a decirle al cuerpo que estamos satisfechos y amamos cada uno de los sentidos, cada una de las cosas que podemos hacer con ellos.

     La música, el dulce, la sal, la voz, la profundidad, la altura, el temblor en la piel, la caricia, el éxtasis físico, el sonido del trueno, la claridad del relámpago, los ojos que nos igualan al mirarnos, el aroma de las frutas, el olor artificial de los perfumes, el del sudor tras un esfuerzo físico, el del pasto recién cortado, el olor de la tierra tras la lluvia, el placer del agua en los brazos, la música que aun antigua sigue escuchándose, la presunción de movimiento cuando la huella de los pasos es la enumeración del sonido bajo ellos, el eco que es una afirmación confirmando lo que ya habíamos escuchado.

     Cansado, distraído, descontento, es la noria, atornillar y desatornillar todo, usar una tuerca, probar, poner la tuerca exacta, ajustar para no volver a la rutina que antes fue desahuciada, no descender a donde ya se estuvo.  De eso se trata, de hablar con uno mismo a través de las palabras escritas, no de cuestionar las costumbres o exponer unas nuevas, o dar a conocer la falta de ritos.  Tirar de un hilo que se ha enredado en los dedos, y al tirar se enredan más y acierta menos, de eso se trata, no en volver al centro, en aceptar un nuevo lugar en la periferia, sí, de eso se trata, de saber que los pensamientos saben a rancio al volver a pensarlos y que también por ello hacen desastres en el ánimo cuando se les encuentra por descuido.

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