«Un grito,
un grito,
un grito:
por qué,
para qué,
para quién,
de dónde viene
ese grito que nadie escucha, sino yo?
¡La muerte sólo, acaso, me lo diga!»
JORGE ZALAMEA
– Mira, tú sales a un lugar público en donde haya mucha gente, y dices, «Me gustas, quiero estar contigo para siempre.»
– ¿Qué debe ocurrir?
– Nada, solo deberían verte por curiosidad. No te estás dirigiendo a nadie, de manera que no puedes esperar respuesta alguna.
– ¿Entonces, para qué hago eso?
– Acabas de encontrar la pregunta correcta. Si no te diriges a nadie, o si haces algo sin propósito, nunca vas a obtener una respuesta correcta. No puedes hacer cosas por azar y esperar que ellas respondan a tus propósitos.
– ¿Y tú por qué me dices eso? Yo no ando por ahí gritando esas cosas en público.
– Es lo que crees, sin embargo, llevas una noche en los ojos pidiendo estrellas, una voz en las manos pidiendo cantos, un río en la boca pidiendo cauces, un dolor el pecho pidiendo sanarse. Pasa que no lo ves porque vives gritando y no te callas para escucharte, pasa que no te detienes a verte. Ah, y te digo qué estás gritando ahora: «Ojalá alguien me dijera qué hacer para salir de esta rutina.»