Ingenuidad de conquistadores

Humo de mis plegarias WordPress cabezal Por Óscar Vargas Duarte

El amor es ver el mar, el enamoramiento es ver las olas nada más.

Solo quien ha sentido roto el corazón sabe lo que lleva por dentro.

Los hombres entendemos la amabilidad de las mujeres como coquetería, de ahí surgen la mayoría de las equivocaciones en los acercamientos masculinos a ellas. Ese es el comienzo del delirio, si no es que ha empezado desde niño cuando nuestras madres nos decían, “que lindo vos” y sonreía sinceramente ofreciendo en ese instante todo el amor del que es capaz una madre. Grabado de esa manera en nuestro subconsciente, cuando una muchacha nos sonríe damos por sentado esto, algo en ella ha decidido de manera espontánea darnos toda la capacidad amorosa que llevan dentro.

En la zona fría del supermercado están la mayoría de los alimentos con los cuales lleno mi nevera, leche, avena, yogurt, queso, jamón, gelatina, agua de aloe, tomates cherry, zanahorias miniatura, tomates grandes y lechuga. Me han dicho que la lechuga no va en la nevera, pues yo no encuentro otro lugar donde ponerla en mi cocina. Esta noche mientras observaba la fecha de vencimiento del yogurt una muchacha de treinta años se aproximó al mismo refrigerador para hacer lo que yo aprendí de mi madre, buscar en la parte de atrás en donde suelen poner los alimentos con una fecha de vencimiento más lejana, ya había metido mis manos hasta el fondo y revisaba la fecha cuando la muchacha sin darse cuenta me ha dado un toque de codo al extraer unas bolsas de yogurt.

Una técnica del enamoramiento escrita en medio de tanta verbigracia en internet dice que a las mujeres tímidas no se les conquistará en modo alguno haciéndose el indiferente, a ellas hay que atosigarlas, buscarlas, seguirlas y no darles tiempo de caer en timidez nuevamente. A las mujeres extrovertidas que les gusta la exposición y ser el centro de atención, a ellas hay que darles protagonismo y luego quitárselo, así vendrán por más, no querrán dejar el centro de atención de quien la está buscando.

La muchacha sonrió y dijo, “lo siento”, miré hacia su escote y luego a los ojos, después supe a qué se refería con la disculpa, el pequeño golpe que no hubiera notado si no es ella quien me lo advierte. Observé sus labios, volví a sus ojos, sonreí. Todas las repeticiones de la infancia surgieron de pronto y produjeron la única sensación posible, la completa seguridad de que detrás de esa sonrisa solo podría haber una posibilidad de amor sincero y eterno. La canción dice, “el amor es eterno mientras dura”, y la sonrisa cambió por una expresión de pulcritud propia de quienes esperan a que surja una respuesta.

Según una estadística publicada en la web hay 7,349 millones de seres humanos a corte del 1 de Julio de 2015, la probabilidad de que dos personas se encuentren en el mismo lugar ha permitido a los cantantes y poetas hablar de “coincidir”, sí, de tantos millones de personas encontrarse con una en especial es un asunto de altísima singularidad. Se le llama “seis grados de separación” a la hipótesis que intenta probar que cualquiera en el planeta puede estar conectado a cualquier otra persona a través de una cadena de conocidos que no tiene más de cinco intermediarios, dicho de otra manera, con la frase «el mundo es un pañuelo».

Le dije, “El mundo es un pañuelo”, a lo que ella hizo un gesto con sincera inquietud, “sí, es un pañuelo”, y entonces se extendió verticalmente para esperar mi explicación, “eres la hermana menor de mi amigo Jairo Pereira, hace mucho no te veía. De todos los lugares del mundo, de todas las personas existentes, de todas las posibles conexiones y la probabilidad es mínima, pero mira, encontrarme contigo”. El gesto en su cara no respondió como yo hubiese querido, sí, existe mi amigo Jairo Pereira y tiene una hermana en una edad parecida a la de la muchacha, pero es un truco que uso para poder empezar una conversación con ventaja, y cuando digo ventaja es porque puedo hablar de algo que conozco, a mi amigo y las cosas que hemos hecho en la vida, y así doy paso a otro tipo de preguntas para saber de la mujer a quien quiero conocer. No, no funciona, no lo recomiendo como técnica, además soy fatal para abordar a las desconocidas.

Las madres son los seres más poderosos del planeta, no hace falta demostración alguna, ellas son la verdadera fuerza invisible que mueve el planeta. Esa fuerza, expresada la mayoría de las veces como una sonrisa puede cambiar a un gesto adusto de enojo con el cual rompe y deja averiado el corazón de sus hijos, ellos ansiosos de la conexión amorosa acostumbrada hacen cualquier cosa para que vuelva a la sonrisa. Los hombres percibimos esos cambios rápidamente y nuestra siguiente acción a realizar es cualquier cosa que vuelva todo a la normalidad, a la sonrisa con la cual nos alimentaron en la infancia.

“Disculpa, parece que me he confundido”. Eso le dije y dejé la bolsa del yogurt en la vitrina, miré otra y como si nadie estuviera hablando para mí mismo mientras movía las bolsas buscando una con una fecha de expiración más lejana iba diciendo, “Un paquete de doce bolsas de yogurt me duran dos semanas y media, la fecha de vencimiento no puede ser superior a eso”. Metí la mano hasta el fondo de la vitrina, tomé otra bolsa y esa cumplía la regla de mi madre, al fondo están las más frescas. La muchacha me miró, le pregunté si estaba buscando las más frescas, asintió, y yo metí la mano nuevamente hasta el fondo, extraje otra bolsa y se la pasé. Volvió a sonreír, y sin que le hubiese preguntado mencionó que su apellido no era Pereira, y que no tenía hermanos mayores. Le agradecí, eso hice, por dentro una sensación de pescador principiante decía, “ha picado, la carnada ha sido efectiva”

De las clases tomadas en la universidad, si hoy pudiera cambiar alguna lo haría de la siguiente manera, la de “Geometría descriptiva” por una en la que me enseñaran a utilizar las palabras para describir a las mujeres. Es un asunto de alta literatura, decir bonita o linda, atractiva o simpática, eso es fácil, a lo que yo quisiera alcanzar es a lo que dicen los poetas, a cosas como las escritas por Neruda. (BELLA, como en la piedra fresca del manantial, el agua abre un ancho relámpago de espuma, así es la sonrisa en tu rostro {…}).

Como si nadie lo supiera y la sabiduría de mi madre fuese única, lo mencioné, ella ha dicho desde siempre que atrás están las cosas más frescas, ella sonrió y dijo, “mi mamá dice lo mismo”, acto seguido volvió a sonreír. Hablamos algunas cosas hasta cuando le sonó el teléfono, hizo el gesto que con la mano indica, espera, y contestó, dio unos pasos hacia el otro lado y estuvo hablando con alguien. Yo llamé a mi mejor amigo, al real Jairo Pereira para contarle todo, una viejita que se me había insinuado había caído redondita. No, no supe describirle, lo hice con lo típico, buenísima, de cara linda y buen cuerpo. La clase de Geometría descriptiva no sirve para eso, y tampoco la de las buenas costumbres de mi madre para no referirme en ciertos modos de las mujeres.

Ella, al tiempo que empujó el carrito de compras le confesó a su mamá, conoció a alguien como su hermano, muy parecido en el físico y sobre todo, otro ingenuo creyendo que las mujeres al sonreír amablemente ya se estaban enamorando.

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