Tengo una soledad atrasada,
enquistada en el pasado,
tratando de hacerse lugar en mi presente.
El libro de biología dice, somos primordialmente agua, una media superior al 70% líquido. Los astrónomos y aficionados al estudio del universo recitan con facilidad, somos polvo cósmico. Quienes han visto a las células y los átomos dicen con certeza, hay más vacío que materia dentro de nosotros. Los religiosos anuncian en cada uno de sus sermones, somos hijos de su dios, hechos a su imagen y semejanza, es decir, estamos hechos de lo mismo que un dios al cual no hemos visto.
Son las nueve de la noche y estoy hecho de fragilidades, de pequeños fragmentos que se caen y vuelven a pegarse ellos mismos, soy un rompecabezas que debe armarse a sí mismo. Pretendo conocer el tiempo por el hecho de saber las horas, y no es así, el tiempo en el tiempo todo lo confunde, no existe de manera lineal y los relojes cuentan en secuencia, no existe una manera de medirlo. Dice el reloj, han pasado nueve horas después del mediodía, y yo siento haber descorchado varias noches con sus días.
Pongo la mirada en el centro de las cosas, el ojo se ladea y cae por la inercia de los párpados, pronto solo estoy viendo hacia una bruma de silencios. En la punta de la lengua hacen su oficio los anzuelos y las redes de pesca, traen hasta ahí las palabras correctas, pero es grande la fragilidad y cuando están a punto de ser mencionadas se pierden por entre los dedos verbales y no se dicen. No hay un temblor en las manos, y si lo hubiera impediría el paso oportuno de las palabras a las letras, aunque no tiemblan, no saben cómo escribirlas.
No todo lo que da giros en la mente existe en la realidad. Para empezar esta maraña de fragilidades se caen y se agotan, se amontonan y aparentan ser una sola cosa, no existen, son visiones en un caleidoscopio que no para de moverse. ¿Y si no existen? ¿De dónde me viene este sabor a nubes rotas? Son las nueve de la noche, el reloj se mueve, yo sigo en el mismo instante viendo hacia la bruma de silencios en donde nada es concreto, es por eso, saber de qué estoy hecho es una pregunta más para atravesarme a mí mismo y caer derrotado al no conocer la respuesta.