Roto el mapa, no desaparece la geografía. Borrada la fotografía, no se elimina el paisaje. Desacreditada la historia no se olvidan los hechos. Averiados en la vejez, no desconocemos la infancia. Separados del ombligo, la fuente sigue siendo el útero. Aún sin lecturas mágicas, hay una ficción en las cartas. En las líneas de mis manos, lejos de tu piel, crece un vocabulario de caricias.
Déjame ver el borde, la línea en el croquis,
– me es necesaria tu geografía,
no la perfecta del mapa en el álbum digital
ni la que se ofrece abierta en la tela materna,
quiero esa en la que se nombra que te has roto una rodilla,
aquella marca eterna que dejan las vacunas.
Una bahía, un estrecho, una isla, un espejo,
déjame ver en tu vida un accidente geográfico,
que los históricos son biografía mal escrita.
No seas de geografía perfecta,
en la imperfección el amor ebulle, se nutre,
quiere poner la playa ausente al otro lado de la arena,
sanar la herida antigua apropiándose de ella,
reconocer el llanto previo, darle voz a la canción olvidada.
Así es un poco esto de tus geografías,
esas imperfecciones que no se ven en tu álbum
y son relato en la charla pronta de las bocas,
Cuál es el lugar volcánico a dónde va la ceniza cuando a Eros te le niegas
Cómo es la savia – dulce, amarga- del río en que nacen tus histerias
Esa geografía de palabras perdidas en combate,
de guerras a las que no asististe por estar huyéndole a la duda,
de líneas del sol amarillento hechas arado en tu espalda.
Eso es, así como tu furia ante el despertador en la mañana
y el bostezo que obliga a pausar tu mano abierta ante la boca.
Dame un poco de tu fe, aunque no creas en ella,
eso es un accidente más en tu mapa geográfico,
y no se nota poéticamente en la cara.
Pon tu croquis al alcance de mi vista,
no veré las veces cuando preferías la muerte a la pena
aunque comprenderé algunas mesetas donde el miedo oscurece tu mirada.
Vamos, permite mi lectura geográfica
Quizá un acento amoroso se encumbre en tus cordilleras.