El imperio del erotismo casi siempre (tienen razón las feministas) viene desde el predominio masculino. La literatura, la pintura, el cine, la escultura, por citar los más evidentes, siempre han sido pulsados por la mano del hombre, ya sea para lo sublime y etéreo, para ese canal místico del erotismo, ya sea para intensificar la malicia, la perversión, incluso la crueldad.
Afortunadamente, para nosotros, el siglo XXI es el más libre (y el más expuesto a la mirada ajena, lo cual tiene algo de vouyerismo-exhibicionismo incluido) respecto a los derechos sexuales. A estas alturas, poner el grito en el cielo no sólo es anticuado sino aburrido, senil, fuera de lugar. En la literatura es exactamente igual. En la historia de la literatura ha habido grandes plumas que han abierto las puertas de la intimidad (corporal, emocional, psicológica) a la experiencia erótica, desde Safo hasta Gioconda Belli, incluyendo a protagonistas como: Catherine Millet, Anaïs Nin, Marguerite Duras, Joyce Carol Oates, Francesca Mazzucato, Ana Clavel, Almudena Grandes, incluso Sasha Grey.
Con el delicioso poemario Eros una vez, Julia Santibañez se ha asegurado un lugar en el anaquel de “poesía erótica” y uno más en de “La Poesía”. De paso, obtuvo el Premio Internacional de Poesía Mario Benedetti 2016. Además, posee un carisma destellante que la ha llevado a convertirse en una estrella de los segmentos culturales de la televisión mexicana.
Eros una vez compila poemas de varios tonos y extensiones, algunos con tintes experimentales, otros más confesionales que explosivos, pero todos armonizan en la temática ya mencionada: el erotismo desde la percepción femenina, con esos oleajes emocionales que nos llevan de la delicadeza del remanso amoroso (con o sin cigarrito) hasta esas ganas del otro/otra que nos hacen rechinar los dientes de tanta avidez. Ese amplio abanico de matices emocionales, cachondos o ganosos, divertidos, atrevidos, pues, son precisamente el mayor acierto del poemario. Compárese la violencia del “video hard core” con el juguetón, casi alburero, “Oficio de ofidio” a la congoja de “Apenas penumbra” al interactivo “opción múltiple”.
Llegué tarde a este libro, ya fue muchas veces reseñado a fines de 2017 como uno los mejores del año, con toda razón. Mejor dicho: reseño tarde este libro. Pero no importa, porque los libros no tienen tiempo; no los que valen la pena, a esos ni arrugas les salen. Es difícil que lleguemos a tiempo, en orden y en perfecta higiene y corrección política. Insisto, llegué tarde a este libro, que desde ya es uno de mis preferidos, al grado de que ya lo leí tres veces. No duden de mí, confírmenlo con una muestra:
«Busco asuntarme contigo y me ipsofacto al saber que vienes, pero luego me turulato, me indeciso, me timorato. Cuando te vas, energumenada, me carajo hasta espumar en la insomnidad. Me casimente basto para infinitarme contio, vieras”
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