Días de fútbol; el desamor hace goles como tiros de esquina en el travesaño.

Humo de mis plegarias WordPress cabezal Por Óscar Vargas Duarte

En mi segundo matrimonio todavía no aprendí a ver televisión, el horario lo escogía yo y los programas ella, de esta manera, apenas volver de la oficina yo quería que el sistema satelital de televisión contratado se quedara encendido hasta quedarnos dormidos, ella aceptaba la propuesta y me hacía ver canales en los que no había programas de deportes.

Ahora, de vuelta a la soltería he podido ver los partidos del mundial de fútbol, no tengo otro horario que el de los canales de televisión en los cuales presentan los partidos. Esta mañana, mientras tomaba café vi el primer partido del día, olvidé el celular y el teléfono de casa —yo soy de los que tiene aún un teléfono con línea fija en la residencia— de esta manera solo estuve atento a las imágenes en la pantalla.

En la primera ocasión en que decidí compartir la vida con una pareja, una mujer hermosa y diligente conmigo aún con mis desencantos, yo creía que ser bueno era suficiente para vivir con ella, y no, no era suficiente ser bueno, había que hacer cosas que nos mantuvieran en contacto, que permitieran a cada uno de nosotros ser lo que amábamos y dejar al otro hacer lo mismo, y eso no hace parte de ser bueno o malo según yo lo había entendido en mi experiencia.

Hay que hacer las dos cosas bien, atacar y defender, defenderse para recuperar el balón, y al recuperarlo salir con la ventaja para ir hacia la consecución de la victoria. Eso decía el comentarista deportivo antes de empezar el segundo partido, y mientras lo escuchaba no puse atención al celular —vibrando y sonando. Seis llamadas perdidas, esas no las noté, lo supe luego cuando la mujer con quien viví en mi segundo matrimonio llamó al teléfono fijo de la casa.

Levanté el teléfono, escuché primero el saludo, luego el reclamo, no había contestado a tiempo, yo, como todas las veces di explicaciones innecesarias, y luego tuve que recibir más reclamos incluso por la respuesta. No me estaba defendiendo bien, no, no hacía falta, de eso estaba convencido, ella seguía atacando, y yo sin defenderme empecé a sentir lo de los arqueros debajo y en medio de los palos, en cualquier momento 70.000 espectadores empezarían a cantar la negación de un gol, o por el contrario a gritar para hacerme culpable de ver pasar el objeto redondo por la línea.

Pega en el palo y entra, pega en el palo y sale. Se pierde o se gana, así dice el que sabe, y el balón estaba pegando en el palo de mi portería, no sabía cómo defenderme de lo que me estaban acusando. Al mundial, dicen todos, llegan los mejores, y también en las primeras rondas se van muchos de ellos. Yo quería decirle eso, al matrimonio llegamos siendo los mejores, pero yo había salido en la primera ronda, no tenía equipo para sostener el ritmo de una competencia tan exigente.

La conversación continuaba al mismo tiempo que los minutos en el campo de juego, ella conversando conmigo y yo con ella, o por lo menos eso aparentaba, yo, yo quería poder estar viendo el movimiento del balón, los intentos de gol, el uso de las defensas, las faltas y los tiros de esquina. Estaba cansado, y más cansado que de costumbre, así quedé, tras haber hablado con ella, haber recibido una y otra queja supe del golpe en las canillas, de sentir que me estaban tomando la camisa, de haber sido empujado y pisado con los taches en el tobillo.

No pude cantar los goles, no pude hacer fuerza con los arqueros, supe del marcador final como si estuviese hablando del valor de las acciones o de las monedas de los países compradas en el extranjero.

No, no quiero hacer una aproximación contable de mi relación con ella, me gustaría más una satisfacción etílica hablando de lo que pudo para nosotros ser un campo de fútbol, pero tampoco será eso, solo quería recordar que muchas veces en la vida nos perdemos de lo innecesario por estar discutiendo lo intrascendente, y luego hacemos de eso una tragedia, así yo hoy, rumiando esta furia por no haber podido ver un partido de fútbol por estar discutiendo con alguien por algo que ya no tiene sentido.

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