Ya estábamos viejos; ahora estamos viejos y tristes.
Yo soy este, sin otro suplicio o fortuna, nada más que la mirada ajena de quien mira y sabe del extraño, pero no de sí mismo. Este que ha comprado varios vidrios para evitar que la luz lo arrulle entero, así, encajonado entre las paredes de láminas vidriosas que disimulan su entonar cansado de canciones viejas, su peregrinación entre memorias olvidadas. En este modo soy, sin tomarme el café completo para no darle a la mujer del mostrador el gusto de leer el fondo de la taza y saber de mí por el azar que a ella le ha tocado aprender esa lectura de sus tías y a mí creerlo porque mi padre asistía y pagaba porque le leyeran. Soy este de piel cantada por el aire frío y secada por el sol que en la ciudad incendia el medio día, de mirada atónita ante el bullicio en la calle y ojos dormidos de avanzar entre los ojos de los desconocidos que se acumulan en los autobuses y los autos en las avenidas.
Yo soy las dos o tres calles que me llevan de la casa a la oficina, las tres o cuatro esquinas que me traen de vuelta, las palabras que repetiría algún día para otros sin que alcance para hablarles tres días. Soy como esos pequeños magos con una maleta de tres o cuatro trucos, pero no, nunca llegan al quinto. Soy apenas esas noches en que duermo y no sé nada porque inconsciente me extiendo en la cama sin saber otra cosa del mundo.
Soy también las equivocaciones, cuando doy dos monedas de más a quien hace de cobrador en la tienda, cuando me olvido de las llaves que abren la puerta, también el observador al cual debe advertirse la imprudencia de estar en medio de la calle mientras los autos se esfuerzan por pasar de briosos a veloces.
Soy ese que se mira medio reflejado en el vidrio de las vitrinas o el que se ve en el espejo, pero al rato desaparece porque olvidó algo en la cocina y deja el baño solo sin que el espejo pueda verlo más en la mañana o en la tarde, o en la noche. Soy también este que te está contando, con estas pequeñas cosas tiene que abarcar el mundo que parece infinito, el universo extendiéndose cada día, el tiempo eterno con sus sumatorias en secuencia, y cada hora que pareciera ser más grande que los días y las noches.
Soy apenas eso, el de la mañana, el de la tarde o el de la noche, nada más, no hay mucho por enseñar para hacer notar que puedo pasar desapercibido ante los ojos de la masa.
Yo soy este, y siendo apenas esta pequeña esfera de tiempo limitado, este pequeño truco de mago que termina en un instante, aun así, tengo que atreverme a vivir cada día. Yo soy este que está demasiado cansado para la muerte, quiero irme sin fatigas, me hacen falta años de descanso, de poner todo en pausa y caer dormido sin prisa ante la noche.