Tu envidia es un espejo. Justo como lo son tus sueños y aspiraciones. En el fondo de la mueca ásperas e insidiosa de la envidia brilla un espejo; un espejo cuyo reflejo tiene distintas acepciones: nuestra reputación, nuestras competencias, el ego, las aspiraciones, las pretensiones o simplemente pura, ociosa y bien agria mala leche. La verdad, para serles sincero, dudo que exista el rey de la simpatía que a todos les caiga como monedita de oro y viceversa.
Los humanos somos seres sociales, pero no escatimamos nunca en la competencia, ya sea la guerra o el amor o todos los grises que haya de por medio. En ese fondo, todos lo sabemos, está nuestra preocupación por el estatus –porque siempre nos estamos comparando con los demás– es el mayor detonante de la envidia. Tenemos tantas ganas de brillar en sociedad que le queremos meter el pie quien sí lo logra… o, en su defecto, regodearnos, como un chicle de muina pura, en nuestra envidia de su triunfo.
Hasta aquí puede que todos coincidamos. No obstante, la envidia tiene una punta que más se nos entierra. Lo dice la ciencia: envidiamos a quienes se parecen más a nosotros, en edad, fisionomía y profesión. ¿Quiénes? Pues nuestros círculos más cercanos: amigos, familiares o vecinos. Seamos claros: es más fácil envidiar a nuestro vecino o a nuestro colega que a Carlos Slim. A ellos los envidiamos, mientras a Slim, o a quienes ustedes quieran poner de parámetro, lo tomamos como una figura aspiracional.
Neurológicamente, la envidia despierta también el dolor físico. En contraste, gozamos, disfrutamos si aquel a quien envidiamos más sufre un fracaso o una derrota, el fracaso de quien envidiamos más, nos causa placer. Y sí, se libera la hormona del placer: la dopamina. Pensadores profundos por siglos, los alemanes tienen una palabra exacta y precisas que solo se usa en estos casos: Schandefreude.
Además, la envidia es privada. Nadie confiesa sus envidias. Ni siquiera cuando es evidente, por la cara de fuchi o el retortijón en la panza.
En otros casos, la envidia colinda con los celos. Pero tiene sus diferencias. Casi siempre, la envidia es unidireccional. Yo te envidio a ti, o al revés. Por el contrario, los celos siempre se dan en triángulos. Eso no lo tengo que explicar, ustedes lo conocen.