Estos fueron los libros que más me gustaron este año. No puedo sino sincerarme y confesar que ni todos son del 2018 ni leí todos los libros publicados durante el mismo. Eso es imposible. Por eso asumo la imprecisión del título, con la aclaración que son los mejores libro que leí en este turbulento, intempestivo y demandante año que está por terminar. Y sólo como parámetro señalaré que el número total de libros en mi repisa/buró fue de 70, todos, fuera del ámbito de mis obligaciones laborales. Es decir: todos fueron libros leídos por gusto. Lo sé, soy un adicto, maníaco compulsivo.
Empezaré con un género en “boga”, la crónica. Esa que es pensada para entre el la columna o el reportaje periodístico y la literatura (ya sea narrativa, memoria o ensayo). Inteligentemente editada por la UNAM, con traducción del chileno Alejandro Zambra, La balada de Rocky Rontal es una fantástica compilación del trabajo del peruano-norteamericano Daniel Alarcón, quien además de escritor es uno de los líderes de Radio Ambulante. De este tomo sobresale la crónica que intitula el libro, una sobre piratería en libros como espejo del Perú y una sobre las castas de una cárcel. Le sigue un poético repertorio de viñetas-columnas del camaleónico y militante Pedro Lemebel en La esquina de mi corazón sobre y la comunidad gay en Chile.
En el género del ensayo por fin encontré un libro que busqué por muchos años, Oriente de insectos mexicanos de Pablo Soler Frost, ya reseñado. En la novela gráfica, descubrí el talento de un gran ilustrador de Metepec, Edgar Camacho, en su novela gráfica Piel de cebolla y en esos proyectos paralelos de ilustración que hace tan bien (Metal Life, Tiras camioneras, etc.). Chico y Rita me deslumbró por esa nostalgia que deja La Habana y que me recordé aquel viaje revelador de Cuba, del Castrismo y de mi vida, allá en 2007, a unos días la muerte de mi padre, patrocinado por el Premio Internacional de Poesía Gilberto Owen Estrada, que gané un año antes. Ya después pude disfrutar de la bella película de Fernando Trueba. En poesía, me deslumbraron particularmente el Libro centroamericano de los muertos de Rodrigo Balam y el indispensable Eros una vez de Julia Santibañez, ya reseñados en este site.
En cuanto a las novelas, la densidad kafkiana y terrible de un prosista con la finura de Juan Gómez Bárcenas se confirmó en su gran pluma con un relato apocalíptico y borgiano en Kanada. Se le suman otros libros ya reseñados aquí: Los sueños de la serpiente de Alberto Ruy Sánchez, quien se reinventó en torno a la idea del mal, Andrés Neuman con Fractura, Jarret Kobek con I hate the internet, el cada vez mejor Emiliano Monge (que pronto se convertirá en el mejor escritor mexicano vivo) con Las tierras arrasadas y La diosa de las pequeñas victorias de Yannick Grannec, de la que hablaré próximamente.
Y no sigo porque quedó mucho en el tintero. pero será para el próximo año.
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