
Hay un grupo de escritoras que destella entre el consabido panorama de la literatura hispanoamericana comercial y de altos vuelos, comandado por varones. Me parece digno de señalar en esta columna que este grupo de escritoras no sólo por el impacto de sus obras y de su plumas, sino por convertirse en una suerte de “generación” (porque sí son muy cercanas en un rango de edad) que brilla más que la de sus colegas hombres. Puede que esto ya haya pasado muchas veces y sea quien escribe esto el que apenas se da cuenta… o no.

Son autoras jóvenes que no llegan a los 50 años, y a quienes no sólo ya se les puede leer como si se leyera a Inés Arredondo o Marguerite Yourcenar o Rosario Ferré. Me refiero a Valeria Luiselli, Andrea Jeftanovic, Samantha Schweblin, Lina Meruane, Fernanda Melchor, Verónica Gerber, Sara Uribe, María Fernanda Ampuero y Mariana Enríquez.
Súmenle a las que aún no llegan a mi librero: Mandíbula de Mónica Ojeda, Casas vacías de Brenda Navarro, Hermana hielo de Alicia Kopf, pero que vienen avaladas por los especialistas. Debo señalar que sólo hablo de narrativa, pues no tengo las lecturas suficientes para plantearme siquiera una opinión.

La obra de estas escritoras esta construida con una visión estética y literaria que poco tiene que ver con la militancias. Si hubiéramos de colgar una etiqueta para dar un norte más preciso al lector, tendríamos que hacerlas confluir a temáticas tan ambiguas como la violencia. Y con ello me refiero a la migración, el narcotráfico, las desapariciones, los remanentes de las dictaduras golpistas de la segunda mitad del siglo XX, o en todo caso (qué terrible para nuestro continente) la violencia pura y dura de la vida cotidiana que suma a sus causas el racismo y la discriminación social.

Sin embargo, también se permiten apuestas estéticas que van desde el simbolismo, la novela de terror y la experimentación, con detonadores tan cotidianos ⸺al estilo del fantástico evocado por Cortázar o Felisberto⸺ que revelan una maestría narrativa. Lo más significativo es que aún es casi seguro que tengamos muy pronto su “obra maestra” de todas y cada una de ellas. Difícilmente, creo que hayan llegado a su tope. Eso sin señalar que seguramente faltan nombres y seguramente se seguirán sumando autoras que en este momento están leyendo las galeras de sus próximos libros o aún los están escribiendo. El arte (y la literatura) son un manantial de sorpresas

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