Para reflexión: en 300 días en El Salvador no se ha registrado un asesinato.

Bukele. Un joven empresario que dará mucho por decir en El Salvador, Latinoamérica y el mundo.

Son apabullantes los datos que llegan de El Salvador en torno al combate al crimen organizado: después de ser uno de los países más inseguros de Latinoamérica, según datos oficiales, en los últimos 300 días no se ha registrado un homicidio relacionado al crimen organizado.

El proceso ha sido doloroso para la sociedad de ese país, pues cruel fue la evolución de un sistema de pandillas (los mareros) que infiltraron los estratos más pobres de esa sociedad, así como tortuoso ha sido el combate emprendido para controlarlas. El proceso sigue en marcha.

Todo se inició con el mandato de Nayib Armando Bukele Ortez, un empresario de 40 años, que el pasado 1 de junio de 2019 rindió protesta como presidente de ese país. Políticamente fue formado en las filas del Frente Farabundo Martí (FMLN), pero muy pronto se distanció de ellos y creo el “Partido Nuevas Ideas”. Terminó siendo el candidato presidencial de la Gran Alianza por la Unidad Nacional, famosa por sus siglas GANA. En términos reales es un presidente que surgió a contrapelo de las dos fuerzas políticas que habían dominado históricamente a El Salvador: ARENA y el FMLN.

Bukele no se anduvo con medias tintas y creo el programa “Guerra contra las pandillas”. El término “guerra” no fue usado de manera demagógica como lo hizo en México el gobierno de Felipe Calderón. En El Salvador se inició literalmente una guerra privilegiando el uso de la fuerza y la desaparición de derechos para los criminales.

Algunas imágenes de esa estrategia militarizada han dado la vuelta al mundo: pandilleros semidesnudos tirados en el piso. Las comunicaciones en penales desaparecieron absolutamente. Se estableció el sistema de cero tolerancia y se decretó un régimen estricto en las cárceles. El objetivo: combatir el hecho indudable de que las cárceles latinoamericanas son escuelas del crimen. Toda esta estrategia contra “las escuelas del crimen” fue respaldada por un Plan de control Territorial. Los números de detenidos superan con facilidad la cifra de cincuenta mil.

Los datos de la guerra contra las pandillas se reflejan, sobre todo, en la reducción del número de asesinatos: en 2021 se registraron 1147 homicidios relacionados con las pandillas. En los últimos 300 días, según cifra oficiales, la tasa es cero.

En marzo de 2022 se registró un momento de crisis pues los asesinatos aumentaron. Ante esa medida, a propuesta de Bukele, la Asamblea Legislativa aprobó una nueva medida: “el régimen de excepción” que ha sido ratificado por los asambleístas hasta la fecha. Los pandilleros no son tratados como delincuentes sino como terroristas. El régimen de excepción se puede identificar como una especie de estado de sitio y llega a tomar medidas como destruir las tumbas de los líderes de pandilleros las cuales se habían construido como si fueran monumentos.

La política de Bakule le ha significado apoyos y rechazos. La ONU califica los programas de Bakule como violación a los derechos humanos. La sociedad de El Salvador, en la última encuesta, le dio un respaldo del 91 por ciento al actual presidente. Los salvadores que han huido del crimen desde el extranjero respaldan las políticas de Bukele. Ministros de la Iglesia le han mostrado su apoyo.

La última medida de Bukele fue crear el CECOT o Centro de Confinamiento del Terrorismo, que está vigente desde el pasado 31 de enero del presente año. Ahí estarán detenidas 40 mil personas consideradas terroristas. La idea principal es que no contagien a presos de otras cárceles y mantener un cerco para evitar su comunicación con el exterior. También hacerlos productivos. Seguramente habrá críticas.

Junto a la política de combate al crimen Bukele ha desarrollado políticas sociales y de empleo que no son tan difundidas. De ellas se hablará en otra ocasión.

Los siguientes años serán determinantes para El Salvador. Bukele es demasiado joven y tendrá toda la tentación de la permanencia en el poder (¿dictadura?), máxime con tanto respaldo social. Su grupo político deberá definir si es capaz de formar nuevos cuadros que eviten esa dictadura. O bien asumir que no se trata de un movimiento político sino, como la mayor parte de las veces sucede en Latinoamérica, identificado con una sola persona. La decisión está en una sociedad bastante lastimada por el crimen que por fin ve una luz en medio de tanta oscuridad.

Los datos ahí están. Queda a la sociedad salvadoreña e internacional tomar su propia opinión. En el caso de México las acciones de Bukele se pueden contrastar con el otro extremo: la política de abrazos y no balazos de AMLO.

Columnas Cuentos y Cuentas. Escribe Edmundo Cancino

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